Mis collages I, por Suna

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martes, 8 de octubre de 2013

BREVE ANTOLOGÍA RENACENTISTA

                                                       


                                  GARCILASO DE LA VEGA
                                                             (1501-1536)

Soneto XIII

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían;

de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
                                         
LAS ÉGLOGAS DE GARCILASO: 

Composiciones donde la naturaleza y el amor aparecen idealizados.

Égloga I: La más lograda en cuanto a la expresión de los afectos más íntimos. Presenta un diálogo entre dos pastores : Salicio, que se queja de la infelicidad de Galatea y Nemoroso, que llora la muerte de Elisa. Se cree que Garcilaso evoca sus vivencias a través de los personajes (boda Isabel Freyre y su prematura muerte).

Égloga II: De calidad muy inferior. Funde dos temas esenciales: las desventuras amorosas del pastor Albanio y el elogio épico de la casa de Alba.

Égloga III: La mitología ocupa el primer plano. En un bello paraje a orillas del Tajo, tres ninfas bordan en sus tapices tragedias de amantes célebres. La cuarta en cambio representa la muerte de Elisa (Isabel Freyre), exaltando así su amor a categoría de mito.

                           

            SAN JUAN DE LA CRUZ
              (1542- 1591)

    

La noche oscura

En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.                     5

A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.                     10

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.                 15

Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.                    20

¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!                  25

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.               30

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.                  35

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.                     40

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